Arriba:
Alberto Ruy Sánchez, México. Nacido en 1951. Premio Mazatlán.
Margarita de Orellana, Italia. Nacida en 1950.
Abajo:
Dacia Maraini, Fiesole. Nacida en 1936.
Por muy vigilada que esté una frontera política, las lenguas siempre la atraviesan. No hay herramienta más poderosa para borrar culturalmente las fronteras que la traducción. Bien se puede decir que la nuestra es una civilización de traductores, sin ellos ni la Biblia, ni el pensamiento de Aristóteles habrían llegado hasta nosotros. Pero hay también lenguas que identifican comunidades humanas más allá de las fronteras. Así, la lengua vasca o la catalana se hablan tanto en España como en Francia, y el guaraní, tanto en Paraguay como en Bolivia o Argentina. Igual sucede con las lenguas náhuatl, habladas lo mismo en Guatemala que en México, donde la pareja formada por el escritor Alberto Ruy Sánchez y la historiadora Margarita de Orellana lleva décadas defendiendo el legado de las culturas náhuatl a través de numerosos ensayos y de la revista Artes de México, siempre en diálogo con las literaturas del otro lado del océano, como la francesa o la marroquí.
Hay otras fronteras, intelectuales, que separan géneros creativos como la novela, el teatro y el cine, y que la escritora Dacia Maraini, una de las grandes voces literarias de Italia, ha sabido atravesar combinando narración y dramaturgia o escribiendo guiones para realizadores como Pier Paolo Pasolini o Margarethe von Trotta. Aunque también ha dejado constancia del lado más oscuro de las fronteras, como las que fue obligada a atravesar la italiana protagonista de su novela “El tren de la última noche”, rumbo al campo de exterminio de Auschwitz.
Alberto Ruy Sánchez, México. Nacido en 1951. Premio Mazatlán.
Margarita de Orellana, Italia. Nacida en 1950.
Abajo:
Dacia Maraini, Fiesole. Nacida en 1936.
Por muy vigilada que esté una frontera política, las lenguas siempre la atraviesan. No hay herramienta más poderosa para borrar culturalmente las fronteras que la traducción. Bien se puede decir que la nuestra es una civilización de traductores, sin ellos ni la Biblia, ni el pensamiento de Aristóteles habrían llegado hasta nosotros. Pero hay también lenguas que identifican comunidades humanas más allá de las fronteras. Así, la lengua vasca o la catalana se hablan tanto en España como en Francia, y el guaraní, tanto en Paraguay como en Bolivia o Argentina. Igual sucede con las lenguas náhuatl, habladas lo mismo en Guatemala que en México, donde la pareja formada por el escritor Alberto Ruy Sánchez y la historiadora Margarita de Orellana lleva décadas defendiendo el legado de las culturas náhuatl a través de numerosos ensayos y de la revista Artes de México, siempre en diálogo con las literaturas del otro lado del océano, como la francesa o la marroquí.
Hay otras fronteras, intelectuales, que separan géneros creativos como la novela, el teatro y el cine, y que la escritora Dacia Maraini, una de las grandes voces literarias de Italia, ha sabido atravesar combinando narración y dramaturgia o escribiendo guiones para realizadores como Pier Paolo Pasolini o Margarethe von Trotta. Aunque también ha dejado constancia del lado más oscuro de las fronteras, como las que fue obligada a atravesar la italiana protagonista de su novela “El tren de la última noche”, rumbo al campo de exterminio de Auschwitz.
José Manuel Fajardo