Arriba:
Nathalie Sarraute, Francia. Nacida en 1900. Fallecido en 1999.
Derek Walcott, Santa Lucia. Nacido en 1930. Fallecido en 2017. Premio Nobel de Literatura.
Abajo:
Imre Kertész, Hungría. Nacido en 1929. Fallecido en 2016. Premio Nobel de Literatura.
Julio Cortázar, Argentina. Nacido en 1914. Fallecido en 1984.
La experiencia de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio nazi emerge una y otra vez en la obra de gran parte de los autores retratados en esta exposición. Hay que pensar que 48 millones de europeos murieron en esa guerra. Es como si en cinco años muriera uno de cada tres habitantes de México, en medio además de la más terrible destrucción de ciudades enteras. Ese trauma sigue haciendo eco no sólo en la literatura actual de Europa, sino también de América, pues fueron millones los europeos que buscaron en ella refugio huyendo del desastre y llevando con ellos su recuerdo. Esa atroz experiencia colectiva conforma el lado oscuro de la literatura de nuestra época y es el centro de la obra literaria del escritor húngaro, galardonado con el premio Nobel, Imre Kertész. De origen judío, estuvo internado en el campo de exterminio de Auschwitz y en una de sus últimas obras, “La última posada. Diario”, abordó también la dura posguerra en Centroeuropa bajo el estalinismo.
Pero si la literatura visita los infiernos, también nos lleva a los cielos de la imaginación, a los dominios del juego creativo, a ese lado luminoso, radiante, de la existencia, que el argentino Julio Cortázar supo plasmar magistralmente en su novela “Rayuela”, donde todo rasgo dramático viene matizado por el prodigio, y en sus cuentos, que incursionan con humor e ironía en lo fantástico. Leer a Cortázar despierta en cualquier autor unas ganas irrefrenables de ponerse a escribir. Es contagioso. Y para los escritores de América Latina ha constituido desde hace décadas el faro que los atrae cíclicamente a tierras europeas y, en particular, a París. Allí está enterrado Cortázar, no muy lejos del peruano César Vallejo, y su tumba es visita obligada para todos sus lectores, que llegan de América Latina tras los pasos de sus personajes − la Maga, Horacio Oliveira− o deseosos de adentrarse en las Galerías Vivienne, como en uno de sus relatos, a ver si es verdad que entras a ellas en una calle parisina y sales a una de Buenos Aires, por arte de magia de la literatura.
En América se sabe bien que la identidad nacional es fruto de una mezcla de pueblos y culturas, puro mestizaje. Ese mismo proceso dio forma y sigue conformando a Europa, aunque con frecuencia se olvide. La escritora Nathalie Sarraute, nacida en Rusia en una familia judía de apellido Cherniak, llegó a Francia con nueve años de edad para convertirse en una de las voces mayores de la nueva literatura francesa dentro del movimiento del llamado Nouveau Roman, la Nueva Novela. Y es sobre esa parte olvidada, silenciada, invisible, de lo que somos sobre la que ha escrito en obras esenciales como “Tropismos”. Incursiones en el vientre invisible del volcán dormido de la identidad.
Por su parte, nacido en una isla volcánica caribeña, pero formado en la lectura de los clásicos ingleses, de Milton a Shakespeare, Derek Walcott llevó la tradición literaria fundacional europea, la epopeya de la Odisea homérica, hasta las aguas de su Caribe natal con su poema épico “Omeros”, obra clave de la literatura contemporánea, que le valió el premio Nobel.
Nathalie Sarraute, Francia. Nacida en 1900. Fallecido en 1999.
Derek Walcott, Santa Lucia. Nacido en 1930. Fallecido en 2017. Premio Nobel de Literatura.
Abajo:
Imre Kertész, Hungría. Nacido en 1929. Fallecido en 2016. Premio Nobel de Literatura.
Julio Cortázar, Argentina. Nacido en 1914. Fallecido en 1984.
La experiencia de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio nazi emerge una y otra vez en la obra de gran parte de los autores retratados en esta exposición. Hay que pensar que 48 millones de europeos murieron en esa guerra. Es como si en cinco años muriera uno de cada tres habitantes de México, en medio además de la más terrible destrucción de ciudades enteras. Ese trauma sigue haciendo eco no sólo en la literatura actual de Europa, sino también de América, pues fueron millones los europeos que buscaron en ella refugio huyendo del desastre y llevando con ellos su recuerdo. Esa atroz experiencia colectiva conforma el lado oscuro de la literatura de nuestra época y es el centro de la obra literaria del escritor húngaro, galardonado con el premio Nobel, Imre Kertész. De origen judío, estuvo internado en el campo de exterminio de Auschwitz y en una de sus últimas obras, “La última posada. Diario”, abordó también la dura posguerra en Centroeuropa bajo el estalinismo.
Pero si la literatura visita los infiernos, también nos lleva a los cielos de la imaginación, a los dominios del juego creativo, a ese lado luminoso, radiante, de la existencia, que el argentino Julio Cortázar supo plasmar magistralmente en su novela “Rayuela”, donde todo rasgo dramático viene matizado por el prodigio, y en sus cuentos, que incursionan con humor e ironía en lo fantástico. Leer a Cortázar despierta en cualquier autor unas ganas irrefrenables de ponerse a escribir. Es contagioso. Y para los escritores de América Latina ha constituido desde hace décadas el faro que los atrae cíclicamente a tierras europeas y, en particular, a París. Allí está enterrado Cortázar, no muy lejos del peruano César Vallejo, y su tumba es visita obligada para todos sus lectores, que llegan de América Latina tras los pasos de sus personajes − la Maga, Horacio Oliveira− o deseosos de adentrarse en las Galerías Vivienne, como en uno de sus relatos, a ver si es verdad que entras a ellas en una calle parisina y sales a una de Buenos Aires, por arte de magia de la literatura.
En América se sabe bien que la identidad nacional es fruto de una mezcla de pueblos y culturas, puro mestizaje. Ese mismo proceso dio forma y sigue conformando a Europa, aunque con frecuencia se olvide. La escritora Nathalie Sarraute, nacida en Rusia en una familia judía de apellido Cherniak, llegó a Francia con nueve años de edad para convertirse en una de las voces mayores de la nueva literatura francesa dentro del movimiento del llamado Nouveau Roman, la Nueva Novela. Y es sobre esa parte olvidada, silenciada, invisible, de lo que somos sobre la que ha escrito en obras esenciales como “Tropismos”. Incursiones en el vientre invisible del volcán dormido de la identidad.
Por su parte, nacido en una isla volcánica caribeña, pero formado en la lectura de los clásicos ingleses, de Milton a Shakespeare, Derek Walcott llevó la tradición literaria fundacional europea, la epopeya de la Odisea homérica, hasta las aguas de su Caribe natal con su poema épico “Omeros”, obra clave de la literatura contemporánea, que le valió el premio Nobel.
José Manuel Fajardo